El ejercicio físico no sólo se muestra como factor determinante en la salud en general y en el tratamiento del sobrepeso, sino que además es un aliado para combatir esta patología relacionada con el envejecimiento.
La inflamación es un proceso natural en el que nuestras células inmunitarias atacan a las bacterias o los virus invasores, eliminan la destrucción de tejidos que causan, e inician el proceso de reparación. Sin embrago,cuando esta persiste -a causa de infecciones que no desaparecen, reacciones inmunitarias anormales a los tejidos normales o por estados como la obesidad- se vuelve crónica y puede causar daño al ADN provocando enfermedades más graves como las degenerativas o el cáncer.
Si bien el origen de la inflamación crónica es bastante incierto algunos estudios indican que podrí estar relacionado con el propio tejido adiposo, el estrés oxidativo, la resistencia a la insulina o la permeabilidad intestinal (todas patologías que se correlacionan y retroalimentan entre si).
La inflamación crónica relacionada con el envejecimiento, un proceso actualmente llamado “inflammaging”, ha surgido como unos de los mecanismos fisiológicos clave que relaciona la obesidad con la resistencia a la insulina y la diabetes, además de estar íntimamente asociada con el desarrollo de otras patologías graves como la depresión, la artritis, el asma y las enfermedades cardiovasculares. Los estudios más recientes indican que el sobrepeso produce inflamación crónica de bajo grado o inflamación sistémica, que perpetúa la enfermedad y se asocia a múltiples complicaciones. Su intensidad es muy variable: a algunas personas apenas les molesta mientras a otras les altera sus actividades cotidianas y la calidad de vida.
¿Desarrollar una buen musculatura ayuda a combatir la inflamación crónica? ¿Por qué?
Además de ser indispensable en la prevención y tratamiento del sobrepeso, el la actividad física también mejora otros factores como la alteración del metabolismo de la glucosa, la dislipidemia y la hipertensión, además de los “de riesgo” como la enfermedad cardiovascular, el estrés oxidativo y la diabetes. Desarrollar una buena masa muscular mantiene el metabolismo activo y ejercen funciones de regulación hormonal para controlar procesos biológicos como, por ejemplo, el proceso inflamatorio. El ejercicio físico y, por ende, el tono muscular disminuye la masa grasa incluida la grasa abdominal, aumenta el colesterol HDL, disminuye el LDL y reduce la concentración de glucosa plasmática y la presión arterial sistólica y diastólica.
El ejercicio muscular intenso aumenta la producción de adipoquina inflamatoria, que actúa como anti-inflamatoria y contribuye a la reducción de la inflamación crónica a largo plazo. Además, aumenta la capacidad de que las células madre del músculo proliferen.