- Ya hay intentos de farmacéuticas para que el Gobierno revierta la medida oficial que afecta al sector.
- Pero desde el Ministerio de Salud están firmes y argumentan por qué decidieron esta medida.
¿Por qué un médico le recomienda a su paciente una marca y no otra si la droga es la misma? El sentido común teñido de suspicacia podría arrojar una respuesta apresurada y sencilla, pero la realidad de los medicamentos es más compleja en Argentina. No hay estudios que certifiquen que esa intercambiabilidad no resienta los tratamientos.
Esa es una parte de la historia. La otra, más incómoda, es el “compromiso” que a veces puede existir entre determinados médicos y determinados laboratorios. En ese vínculo, la falta de certificación desde el Estado que transparente que un medicamento es igual a otro termina siendo funcional a dicha lógica.
La casi inexistencia de los llamados estudios de bioequivalencia en el país impiden justamente que se pueda aspirar a un mercado de genéricos. De esa manera, termina siendo el médico y su experiencia con determinado fármaco el que valida y vuelca la balanza a favor de una marca comercial.
En las últimas horas, también, interpusieron públicamente su queja los agentes de propaganda médica, más conocidos como “visitadores médicos”, que no sólo dieron sus razones profesionales opuestas a la medida, sino que además transmitieron cierta incertidumbre por la supervivencia de la profesión en el nuevo contexto.
Pese a los reparos del sector, fuentes del Ministerio de Salud consultadas por Clarín se mostraron firmes en la decisión de evitar las marcas en las recetas, con base fundamental en que todos los remedios están aprobados por la ANMAT. Aunque no descartaron que el médico pueda sugerir el nombre comercial, si lo desea, por fuera de la prescripción. Por ejemplo, en un papel complementario.
Se podría suponer que quitar al médico el poder de indicar una marca tendría como objetivo transparentar el sistema, para que sea el paciente el que, sin condicionamientos, tenga la libertad de elegir la marca en función de calidad y precio, asesorado eventualmente por el farmacéutico o el empleado de la farmacia.
El problema que surge entonces, y que es reiteradamente mencionado por los críticos de la decisión presidencial, es que el supuesto “negocio” de la recomendación de una marca pasaría de un escenario que en teoría es un ámbito médico y científico (el consultorio) a otro que literalmente es un negocio: la farmacia.
El DNU tal como está planteado deja, en este punto en particular, ganadores y perdedores. Los médicos debilitados y las farmacias empoderadas. En el medio, los pacientes con un signo de pregunta. Y los proveedores de medicamentos, los laboratorios farmacéuticos, preocupados por la nueva estructura que adopte el mercado.
Aunque la mayor competencia entre marcas se da entre los laboratorios nacionales, fuentes de la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos (CILFA), una de los que los agrupa, aseguraron que por ahora no han movido sus fichas al respecto. Según pudo saber Clarín, la iniciativa para buscar revertir la medida sí tuvo mayor impulso, ya, desde los laboratorios extranjeros.
Concretamente, la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales (CAEME) acaba de solicitar formalmente una reunión con el ministro de Salud, Mario Russo, y con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse. Ese pedido fue recepcionado pero al cierre de esta nota aún no tenía fecha cierta. “Será en los próximos días”, dijeron fuentes oficiales.
El argumento contra el DNU desde CAEME se condice con una postura histórica, vinculada a que en Argentina no hay mercado de genéricos y biosimilares. En otras palabras, que lo que hay son copias con marca. Y que no a todas las moléculas se les exige que demuestren bioequivalencia, en el caso de genéricos, o estudios de comparabilidad, en el caso de biosimilares.
Clarín consultó a algunos de los principales laboratorios extranjeros, que completaron esa postura. “Como está escrito el DNU no parece correcto para lograr los objetivos declarados. Como en Argentina sólo hay copias y no genéricos, la marca termina siendo importante porque se convierte en ‘garantía’ de seguridad y efectividad del producto”, dijo desde una farmacéutica un directivo con contactos frecuentes con los gobiernos de turno.
Y agregó: “Sacarle la posibilidad al médico de sugerir la marca parece arbitrario, ya que es el responsable de la evolución del paciente y la eficacia del tratamiento. La prohibición no queda claro qué busca. Si asume que los médicos están indebidamente influidos, lo mismo puede ocurrir con los farmacéuticos, a quienes ahora se les da todo el poder. El farmacéutico puede ofrecer la alternativa que mejor le reditúe según sus acuerdos comerciales. La práctica de ‘vender más lo que mejor me paga’ o lo que se llama en la jerga ‘mover el mostrador’”.
La postura de los visitadores
Desde la Asociación de Agentes de Propaganda Médica también salieron este miércoles a manifestar sus reparos. “Si el objetivo es favorecer al paciente con el precio más bajo, no parece ser ésta la solución. Sólo traslada el negocio a las farmacias. Lo saca del lugar del médico, que no debería tener ningún compromiso comercial, y lo lleva a un lugar que sí tiene un compromiso comercial”, dijo a Clarín Ricardo Peidró, secretario general de la asociación.
El gremialista agregó que “es una discusión entre corporaciones. El medicamento tiene que tener todos los controles necesarios para ser aprobado. Debe haber responsabilidades en la promoción de los medicamentos y en la línea de profesionales de la salud: laboratorios, agentes de propaganda médica (con sus regulaciones éticas) y médicos. Aunque suene simpático para la población recetar por nombre de droga como si eso fuera un beneficio, no lo es. Va a haber una guerra comercial en los lugares de expendio para ver cuál es el medicamento que deja mayor facturación”.
Por otro lado, Peidró se refirió al efecto del DNU en los puestos de trabajo del sector. “En la Argentina hay entre 7 mil y 8 mil visitadores médicos que somos trabajadores de la industria farmacéutica. Va a haber una pérdida de fuentes de trabajo, pero vamos a dar la pelea”, aseguró. Y explicó que si bien los visitadores médicos también están habilitados para visitar a los farmacéuticos, “la cantidad de farmacias es mucho menor a la de médicos, lo que implicaría un tiempo de trabajo muy inferior, con el consecuente impacto en la actividad”.
Los argumentos del Ministerio de Salud
Las fuentes del Ministerio de Salud consultadas destacaron que el principal espíritu de la nueva normativa es tratar de que los argentinos puedan comprar los medicamentos y que tengan adherencia al tratamiento.
“De nada sirve que a la gente se le sugiera la marca más cara si no la puede comprar. Además, hay que tener en cuenta que todos los medicamentos que se venden en una farmacia fueron aprobados por la ANMAT”, aseguraron desde la cartera que desde el 10 de diciembre conduce Mario Russo.
En cuanto al rol del profesional de la salud en la prescripción, aseguraron que “el DNU no va a cambiar la relación médico paciente. Si quiere, el médico le puede anotar la marca que prefiera en el brazo o donde le parezca”. Por último, confirmaron que en los próximos días se reunirán con los laboratorios y que, más allá de ese encuentro puntual, “el diálogo está abierto en forma permanente”.