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Se trata de los barrios AMEF, San Martín, Spurr, Tierra del Fuego y Barrio Talleres, en la periferia de la ciudad.
Marina Sandoval y Marcelo Coronado miran hacia arriba. Siguen encontrando nuevos daños, grietas y pérdidas en medio de un cielo abierto en el segundo piso de su casa en el barrio Amef de Bahía Blanca. Son cuatro noches sin techo para ellos. Cuatro noches desde que el temporal arrasó con la ciudad, mató a 13 personas en el Club Bahiense del Norte y destrozó las viviendas de familias de los barrios periféricos.
“En 2014 compramos el terreno y fueron todos esos años trabajando y trabajando para habitar esta casa. Vinimos en marzo desde Villa Delfina. Menos de un año de que pudimos mudarnos. Esa noche del temporal pensé que me moría“, cuenta Marina en diálogo con Clarín.
Junto a Marcelo tienen tres hijos y todos estaban adentro la noche del sábado. A ellos se sumaban el padre de Marcelo y una sobrina. Cuando los fuertes vientos y las lluvias llegaron, casi todos estaban en planta baja, salvo Marina y su sobrina.
“En ese momento, estábamos las dos arriba. Nos escondimos debajo de una placa de durlock mientras el techo, completo, empezó a volarse. Todo fue a parar a la casa de un vecino. Él (Marcelo) subió para sacarnos. Estuvimos como 40 minutos viendo cómo podíamos bajar, yo sentí que me moría. Vibraba todo, el piso, todo se volaba. El viento quiso levantar la losa de la casa por completo”, recuerda la mujer.
El agua ingresó por todas partes. La persistencia del temporal casi levantó un ventanal de la casa. Ahora, mientras bajan las escaleras recordando lo ocurrido cuatro noches atrás, advierten que todavía hay ladrillos flojos.
Marina recapitula y describe lo que pasó a continuación: “Bajamos con miedo, arriba se sentía mucho peor. Después vinieron familiares a ayudarnos a bajar colchones, para rescatar lo que pudiéramos. Ahora rezamos para que no vuelva a llover porque se nos va a inundar todo”.
En la planta baja, una cortina de lona divide la parte de la casa sin techo del lugar donde los chicos duermen. Están todos juntos, sobre un colchón grande.
Una puerta lleva hacia el almacén, que está completamente a oscuras debido a la falta de servicio eléctrico en la zona desde el sábado. Ese almacén es el negocio familiar, el único sustento económico que tienen.
Solo hay dos congeladores que se mantienen gracias a la ayuda de un vecino que cuenta con generador; el resto de insumos, alimentos y electrodomésticos tuvieron que entregarse a familiares de Marina y Marcelo.
“El portón voló, justo venía una persona a comprar y se le cayó encima. Gracias a dios no le pasó nada, aunque aplastó la moto”, comenta Marina. El matrimonio cuenta que el único apoyo que recibieron fue de vecinos.
“No vino nadie de la Municipalidad. Nadie. No sabemos por qué, quizás hay casos más graves… pero hay gente que no tiene techo, hay que preguntarles si tienen al menos donde dormir. Hay gente que no tiene familia”, agrega Marcelo.
La falta de luz no solo les preocupa por la pérdida de mercadería y la imposibilidad de trabajar, sino que además hay otro problema: hubo dos noches en que quisieron entrar a robarles.
“No pudieron hacerlo porque protegimos la casa, y básicamente porque estábamos adentro. Pero por las noches, que son peligrosas acá sin luz, mando a Marina y a las nenas a la casa de su hermana. Es terrible, pero al menos estamos con vida“, expresa el hombre.
A la intemperie y en peligro
La avenida General Arias es una pasarela de árboles caídos que obstruyen el paso. Aunque las vecinas que se acercan dicen que el domingo y el lunes el escenario era mucho peor. Casi lo describen como una zona de guerra. De hecho, mientras hablan circulan por la avenida algunas patrullas del Ejército que vienen desde Villa Rosas y barrios aledaños.
Liliana Aberastury señala su casa entre los destrozos. La imagen es escalofriante: un árbol cayó sobre la vivienda y la partió en dos.
“Acá no vino nadie de la Municipalidad. Tampoco los medios, de ningún lado. Nadie quiere mostrar lo que pasamos nosotros. No lo muestran nada de esto”, enfatiza Liliana quien, tal como indica su hija Laura Becchio, es la cabeza de la familia.
Liliana estaba el sábado en esa casa cuando el árbol cayó a causa del temporal. Recuerda los detalles como si se tratara de una película de terror.
“Laura (la hija) había salido con uno de sus hermanos y los hijos de él. Yo estaba en la casa, con mi nuera y otro de mis hijos. Juro que no lo vi venir. Primero, se me explotó el ventanal de la casa y traté de ponerle un colchón porque entraba el agua. Mi hijo salió desde su cuarto y me gritó desde el comedor ‘salí, salí que se va a caer la casa’. Y yo estaba obsesionada con el ventanal”, rememora mientras apunta al hueco en el que antes había vidrio.
“Mi hijo insistió en que saliera porque se iba a caer la casa, y salí corriendo. Cuando salí de la cocina, que hay un pasillito, estaba todo tapado de ramas. Al frente hay un taller, que es de mi hijo. Logramos meternos ahí y cerrar”, cuenta Liliana.
“Desde ese tallercito veíamos por una ranura cómo el árbol había partido mi casa. Nos quedamos ahí porque el viento era muy fuerte. Yo rezaba, rezaba por mis nietos que iban en el auto con mi hijo. No hubo tiempo de sacar nada, yo no pude sacar ni mi medicación”, agrega.
Lo demás fue esperar que los minutos, el viento y las lluvias cesaran. El miedo no, eso todavía lo conservan porque duermen entre pedazos de ramas flojas que amenazan con caer en cualquier momento.
“Tardamos en salir, y en avisar. Calculo que la gente pensó en un momento que estábamos muertos. Cuando logramos salir a la calle era todo agua y ramas. Cruzamos al frente como pudimos y le dije a los vecinos ‘estoy viva, gracias a Dios’“, dice la vecina, que aún no sabe cómo hará para sacar ese árbol y poner de pie su casa.
Laura Becchio agrega que solo en la avenida Arias contaron cerca de cien árboles caídos. Ahora hay vecinos que despejan los caminos y hasta incluso algunos cargan pedazos de troncos o ramas a sus autos.
Temporal en Bahía Blanca: los barrios más complicados
Los barrios periféricos de Bahía Blanca son muchos y los postes de luz semi caídos son otra de las cosas que se repiten en todos. Hay parques que parecen un cementerio de árboles en medio de chicos que siguen jugando, pese al peligro que implica eso.
En el recorrido realizado por Clarín, los que muestran una situación extremadamente devastadora son Barrio Spurr, Tierra del Fuego y Barrio Talleres. A este último llegan vecinos con donaciones de ropa, colchas, colchones.
El Club Talleres se desplomó el sábado tras el temporal. Tenía 98 años. Esa noche había cinco personas dentro, pero ninguna resultó herida debido a que se cubrieron en los baños.
Frente a ese edificio destruido, Bernardina y su pareja, Gabriel Chandía, están sentados en una casa que no tiene paredes. Ella está embarazada de ocho meses, espera a su sexto hijo.
“Cuando arrancó el viento fuerte se nos rompió un vidrio de la ventana y ella (Bernardina) intentó taparla. Yo sostenía la puerta, pero el viento empujaba la estructura. El miedo mío era que se nos cayera todo arriba”, cuenta Gabriel.
El hombre añade que la vivienda les fue entregada por la Municipalidad de Bahía Blanca a mediados de agosto de este año: “Nos la entregaron mal. Hay cosas sin soldar. A ella (Bernardina) la tuvieron esperando seis años para entregársela”.
Gabriel relata cómo el viento empujó las paredes y ellos tuvieron que correr para ocultarse detrás del auto del vecino. Él cubrió a Bernardina con su cuerpo mientras el temporal seguía.
“Yo duermo un rato a la tarde y a la noche estoy despierto porque aprovechan a robar. Yo tengo arma y ayer tuve que sacar a uno a los tiros porque vinieron a querer meterse. Nos han ofrecido pasar la noche en otro lugar pero si dejamos nos van a robar”, concluye.
A la incertidumbre de estos barrios se suma el miedo y la preocupación por posibles lluvias que compliquen aún más la situación que viven.
Esta mañana el Municipio de Bahía Blanca compartió direcciones de centros de donaciones, con prioridad en alimentos no perecederos, agua y velas. Los puntos son: Universidad Nacional del Sur (Av.Alem 1253); Casa del Pueblo (Saavedra 282); Dow Center (M. Rodríguez 4895); Club Argentino (Av. Colón 67) y Club Villa Mitre (Garibaldi 149).
Bahía Blanca. Enviada especial
MG