- La calcificación de las arterias es casi dos veces más común en los noctámbulos que en los madrugadores, halló un estudio.
¿Fuma? ¿Se cuida en las comidas? ¿Hace actividad física? Las respuestas a esas preguntas, sumadas a la medición de la presión arterial, glucosa en sangre, colesterol y peso corporal son un insumo clave que le permite al cardiólogo evaluar si el riesgo cardiovascular de una persona es bajo, moderado o alto. La última en incorporarse a esa check list fue la consulta por el sueño: es que ya no hay dudas de que dormir bien es una hábito protector.
Las pautas actuales recomiendan dormir entre 7 a 9 horas. Pero la duración no es lo único que importa. El momento de acostarse también ejerce un rol.
Sobre ese aspecto aportó nueva evidencia un estudio publicado en la revista Sleep Medicine, que halló que la calcificación de las arterias es casi dos veces más frecuente entre los noctámbulos extremos que en los madrugadores.
La lavanda no es solo una bella planta para aromatizar y decorar la casa sino que tiene múltiples beneficios para la salud.
La aterosclerosis es la acumulación de grasa, colesterol y otras sustancias en las arterias, lo que da lugar a la formación de placas en sus paredes, que dificultan la circulación de la sangre. La enfermedad avanza durante años en forma silenciosa (lo que se conoce como aterosclerosis subclínica), pero con el tiempo esa obstrucción puede derivar en un infarto o en un ACV.
A medida que progresa, las características de las placas (llamadas ateromas) van cambiando: al principio son más blanditas, pero luego se van calcificando y volviendo más duras: los varones después de los 40 y las mujeres después de los 50 ya empiezan a tener calcio coronario.
Ateroesclerosis y ritmos circadianos
El envejecimiento (a mayor edad, más endurecimiento arterial), el colesterol LDL elevado, la presión arterial alta, y fumar son los principales factores que “alimentan” el taponamiento y posterior endurecimiento de las arterias. ¿Tener hábitos de “búho” también?
Esa es la pregunta que se plantearon investigadores de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia. Para responderla diseñaron un estudio del que participaron 771 hombres y mujeres de entre 50 y 64 años (que formaban parte de un estudio poblacional más amplio llamado SCAPIS).
El grado de calcificación de las arterias coronarias se examinó mediante tomografía computada. En base a las respuestas a que daban a un sencillo cuestionario, los participantes fueron divididos en cinco grupos, según su cronotipo: tipo matutino extremo, matutino moderado, intermedio, vespertino moderado o nocturno extremo.
El cronotipo son las variaciones que experimenta nuestro ritmo circadiano, una especie de reloj biológico que regula múltiples funciones del organismo. Este reloj interno está determinado en gran parte por los genes, pero los factores ambientales, como la exposición a la luz del día, los horarios de trabajo y la vida familiar también pueden influir en él.
Los cronotipos matutinos, las “alondras”, tienden a funcionar mejor por la mañana temprano, mientras que los vespertinos, o “búhos” lo hacen mejor por la noche.
Del total de participantes en el estudio, 144 se identificaron como tipos extremos matutinos y 128 como tipos extremos nocturnos. Entre el grupo que estaba más alerta por la mañana, el 22,2% tenía calcificación arterial pronunciada, la proporción más baja de los cinco cronotipos. En el otro extremo, los más noctámbulos, mostraron la mayor prevalencia de calcificación grave de la arteria coronaria, con un 40,6%.
“Nuestros resultados indican que el cronotipo nocturno extremo puede estar relacionado no sólo con una peor salud cardiovascular en general, sino también más específicamente con la calcificación de las arterias coronarias y la aterosclerosis”, afirmó Mio Kobayashi Frisk, primer autor del trabajo liderado por Ding Zou, ambos del Centro de Trastornos del Sueño de la Universidad de Gotemburgo.
“La relación entre ‘búhos’ y calcio coronario es independiente de los otros factores de riesgo (diabetes, peso corporal, tabaquismo, entre otros) y casi duplica a la de las alondras“, analizó en diálogo con Clarín Fernando Botto, jefe de Investigación Clínica del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA), que consideró “interesantes” las conclusiones del estudio, del que no participó.
¿Por qué los “búhos” tienen más riesgo?
Si bien los hallazgos obtenidos son congruentes con los obtenidos en estudios previos -que muestran mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y mortalidad en los cronotipos nocturnos-, el mecanismo detrás de esa asociación no está claro, reconocieron los autores.
No obstante, mencionaron algunas pistas: el cronotipo nocturno suele asociarse con estilos de vida menos saludables. Y se sospecha que tanto la desincronía externa como la interna pueden tener un rol en el deterioro de la función cardiovascular.
El sistema circadiano dicta la organización temporal de casi todos los procesos fisiológicos, incluida la función cardiovascular. “Al despertarnos se produce una liberación de todas las sustancias que llamaríamos neurohumorales relacionadas con el sistema nervioso autónomo. A nivel cardiovascular, se traduce un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial”, explica Botto.
“También funciona más activamente el sistema renal (la excreción-reabsorción de sustancias) y se activa el sistema metabólico (aumentan la glucemia y los lípidos)”, profundiza.
“Todos esos mecanismos que se activan por la mañana se van desactivando a la tarde, como preparándonos para la hora de dormir, que es cuando se producen otros mecanismos de regeneración de acúmulo de sustancias metabólicas para producir energía para el día siguiente.”
¿Qué ocurre si ese ritmo se altera? Si la persona permanece despierta durante la noche, cuando el organismo debería estar ‘desactivado’, produce todo lo contrario a lo que debería producir”, afirma el médico.
Entre otras cosas, la disfunción circadiana puede provocar una secreción anormal de hormonas como la melatonina, las hormonas sexuales y del sistema de renina-angiotensina, que participa en la función vascular y el estrés oxidativo. Además, favorece una mayor inflamación, que a su vez contribuye a la aterosclerosis y la elevación del riesgo cardiovascular.
Prevención temprana
Otro de los puntos destacados por los autores es que el impacto del cronotipo nocturno sobre el calcio coronario fue más significativo entre quienes tenían un puntaje bajo a moderado de riesgo cardiovascular.
“En las personas con riesgo alto, el cronotipo ya no hace la diferencia”, apunta Botto. Es que la acumulación de otras condiciones que atentan contra su salud relegan a esta característica a un plano secundario.
“Aunque los resultados deben interpretarse con cautela, es posible que la información del cronotipo pueda ser una herramienta valiosa en la prevención cardiovascular temprana“, dicen al respecto los autores del trabajo.
Y sugieren que los médicos podrían utilizar la información del cronotipo en la estratificación del riesgo cardiovascular de los pacientes que se encuentran en los umbrales de decisión.
“Aplicar este cuestionario para definir el cronotipo podría potencialmente cambiar la categoría de riesgo individual“, explica Botto, quien considera que lo interesante del trabajo radica en evaluar como posible estrategia la identificación de los noctámbulos “para tratar de cuidarlos un poco más, porque sabemos que tienen un poco más de riesgo”.
Probablemente una persona que trabaja de noche no pueda cambiar de empleo, postula, “pero se debería valorar esa información para enfatizar más el control del colesterol, la presión y aconsejarle que coma bien y haga ejercicio, con el objetivo de compensar”, concluyó.
La conciencia sobre el vínculo entre el cronotipo y la salud cardiovascular también podría motivar a los nocturnos extremos a evitar retrasar aún más su horario de sueño y adoptar estilos de vida más saludables, consideran los autores firmantes del trabajo que, por ser una investigación observacional, no puede probar causa-efecto.
El sueño, el nuevo esencial
Una buena alimentación, la actividad física regular, no fumar, mantener un peso saludable y mantener bajo control los valores colesterol, glucosa y presión arterial se consideran pilares de la prevención cardiovascular.
En una actualización publicada en 2022, la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés) incluyó a la duración del sueño (de 7 a 9 horas) como el octavo factor principal de la salud cardiovascular.
“Esta adición ha mejorado la predicción del riesgo cardiovascular, pero la evidencia sugiere que la inclusión de métricas de sueño adicionales puede mejorar aún más los esfuerzos de prevención”, reconocieron los investigadores de la Universidad de Gotemburgo.
En ese sentido, destacaron que varias métricas relacionadas con el sueño, como el cronotipo matutino, dormir al menos 7 horas (con hora de inicio entre las 22 y las 23), la ausencia de insomnio, de ronquidos y de somnolencia diurna excesiva, se asociaron con un menor riesgo en un estudio realizado en el Reino Unido.
“Esto sugiere que (N. de E.: además de la duración) el horario del sueño y la salud circadiana son otras métricas importantes a considerar”, concluyeron.