El testimonio del obrero busca aportar detalles clave al avance de la investigación por la desaparición ocurrida hace 41 años
Cristian, el albañil que encontró los restos óseos de Diego Fernández Lima, el adolescente desaparecido en julio de 1984, declara este martes ante el fiscal Martín López Perrando, a cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N° 61. La diligencia ocurre después de que excompañeros de la víctima prestaran también testimonio en el marco de la investigación.
“No cualquiera podría imaginar que había un cadáver, y en ese estado también, donde estaba a poca profundidad. Ponele que a 60, 70 centímetros del suelo”, agregó. A su vez, recordó la sensación de escalofríos ante semejante descubrimiento: “Te supera. Nadie se espera encontrar una cosa así“.
Este lunes, fue Cristian Graf, el principal sospechoso por la muerte de Diego Fernández Lima, quien se presentó a ponerse a disposición de la Justicia. Las fuentes detallaron que se le comunicó que aún no se adoptó ningún temperamento en torno a él y se le brindó la dirección de la Defensoría Oficial que le tocaría, en caso de ser necesario. Más allá de eso, el caso está prescripto.
Al mismo tiempo, Perrando tenía previsto para este lunes y martes tomar testimoniales en la sede de la fiscalía a excompañeros de colegio de la víctima y del sospechoso, y de obreros de la empresa que hizo la excavación y demolición en la casa en la que se descubrieron los restos, entre los que está Cristian.
El caso
La causa por la muerte de Diego Fernández Lima, el adolescente de 16 años cuyo cuerpo fue hallado enterrado en la casa donde alguna vez vivió Gustavo Cerati, sumó un nuevo capítulo clave. Aunque el crimen prescribió, la Fiscalía avanza con su pedido por un juicio por la verdad para determinar qué pasó y quiénes fueron los responsables.
Lo que se sabe a partir de los datos aportados por la familia de Fernández Lima es que la víctima desapareció el 26 de julio de 1984, después de haber ido al colegio hasta el mediodía. Y acá la primera modificación que altera el caso: la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 36 a la que Fernández Lima asistía ya no está ubicada en el mismo lugar.
Actualmente, la institución está en Galván al 3700, cerca de Parque Sarmiento, en Saavedra. Pero en ese entonces, el joven cursaba junto al ya mencionado Graf, el principal sospechoso de su muerte, en las calles Ballivián y Donato Álvarez (ahora Combatientes de Malvinas).
El día de su desaparición, el joven asistió a clases por la mañana, almorzó en su casa con su mamá Irma y después pidió plata para ir a lo de un amigo que vivía a pocas cuadras. Esa fue la última vez que su madre lo vio: a lo largo de estos 41 años, la mujer nunca dejó de buscarlo ni desconectó su teléfono de línea esperanzada con que su hijo, algún día, vuelva a llamar.
Cuando se supo que Diego no aparecía, un conocido de la familia aportó un dato clave que hoy toma relevancia: esa misma tarde, poco después de que el adolescente se fuera de su casa rumbo a lo de un compañero, dijo que lo vio en la esquina de Monroe y Naón y le gritó. Ese es el último rastro que hay de él.
El cuerpo de Fernández Lima apareció enterrado en mayo de este año, más de cuatro décadas después, a unos 800 metros de esa intersección donde el testigo dijo haberlo visto. Son unas cinco cuadras largas.
Sus restos estaban enterrados en el jardín de un chalet ubicado en Congreso 3742, donde en ese momento vivía Cristian Graf, uno de los compañeros de clase de la víctima y hoy principal sospechoso de la muerte. Su familia aún habita ese domicilio.
No se trata de un hecho de lesa humanidad cometido por las fuerzas del Estado, el único crimen imprescriptible en el país. El responsable, o los responsables, de matar a Diego y encubrir el crimen, en este caso, no pagarán su culpa con cárcel.