Lejos del ascetismo que predicaba, Shi Yongxin también está acusado de quebrar votos monásticos y tener hijos ilegítimos. Será destituido por las autoridades budistas
Shi Yongxin asumió como abad del templo en 1999 y desde entonces lideró una expansión sin precedentes del “modelo Shaolin”. Exportó sus enseñanzas a todo el mundo, fundó empresas en el extranjero, y ocupó cargos políticos como miembro de la Asamblea Nacional Popular. En 2002, incluso fue nombrado vicepresidente de la Asociación Budista del país.
Pero esa imagen de monje globalizado ya venía resquebrajándose. Exdiscípulos lo habían acusado públicamente de llevar una vida de lujos, con autos de alta gama y viajes costosos, lejos del ascetismo que predica el budismo. En 2015, el templo salió a desmentir acusaciones similares, hablando de “calumnias maliciosas” en medios estatales. Hoy, sin embargo, las autoridades religiosas y políticas parecen alineadas en su decisión de sancionar.
“La mente pura encuentra la Tierra Pura en el momento presente”, escribió el abad la semana pasada en una publicación en Weibo. Ahora, su futuro parece alejarse por completo del templo fundado en el año 495, enclavado en las montañas de Henan, y que durante siglos representó una fusión sagrada entre espiritualidad y artes marciales.
Las autoridades chinas, que controlan estrictamente el nombramiento de líderes religiosos, no han anunciado aún quién reemplazará a Yongxin. Lo que está claro es que el budismo oficial busca dar un mensaje contundente: ni los votos monásticos ni el poder político blindan contra el escrutinio y las consecuencias.